Carolina García Sánchez
Máster en Psicología de la Educación
Universidad de Barcelona, España.
Una nueva etapa profesional en mi vida me hace reflexionar acerca del camino que he recorrido y me genera ilusiones y dudas acerca de lo que vendrá. Al terminar mi maestría en educación me encuentro en una etapa de pensar, iniciar y elegir proyectos nuevos, compartir los aprendizajes alcanzados y seguir en el proceso de formarme, acto importante para poder brindar la educación de calidad que se merecen las personas.
Me pregunto por qué son pocos los que deciden entrar a esta profesión. Cuando tuve que escoger cuál carrera estudiar, no muchos de mis conocidos vieron la pedagogía como una opción, ni como una carrera prestigiosa. Sin embargo, cada día yo me siento feliz de mi elección y sé que soy una educadora con vocación. Es necesario para un país que los jóvenes elijan carreras distintas, pero me cuestiono qué hacer para que la educación y los docentes tengamos el reconocimiento que tienen otros.
Actualmente la educación no está como muchos quisiéramos, pero por esa misma razón interesa buscar y formar excelentes educadores para brindar educación de calidad. Hago un llamado de atención a los jóvenes que están en su proceso de elección de carrera, que consideren también el estudio de una profesión de la facultad de educación. La invitación es también para que sientan que aunque es un trabajo duro, no lo es tanto, si trabajamos de forma conjunta. La educación de los costarricenses es una tarea compartida de todos los ciudadanos.
Cada universitario, con cualquier profesión que elija, puede hacer una diferencia positiva, pero hacen falta más personas emprendedoras, brillantes, investigadoras, comprometidas, creativas, líderes y con carisma, que elijan el camino de la educación. Sé que hay individuos con estas cualidades en Costa Rica, porque sí se escucha de sus logros en tecnología, medio ambiente, arte, etc. Entonces, ¿adónde queda la voz de los educadores y por qué no hemos sabido darle prestigio a nuestra profesión?. ¿Será que somos nosotros mismos los que no nos damos el lugar que nos merecemos?
Considero necesario hacer más visible el trabajo de los maestros, que se compartan las buenas prácticas docentes que ya existen y que se fomente el liderazgo educativo dentro de las instituciones.
“La vida no es bella en educación, pero para eso estamos aquí, para hacerla bella”. A partir de esta frase anónima pienso que si la vida fuera muy bella en educación, muchos de los que estamos en ella, no estaríamos más, sino que buscaríamos otra profesión donde ayudar más.
Regreso a Costa Rica después de estudiar en el extranjero con el interés de trabajar en la formación continua de profesores. Creo que invertir en el desarrollo profesional docente trae mejoras en el proceso educativo, y a la vez, es una forma de compensar las diferencias de formación universitaria que tienen los profesores. Me interesa trabajar con aquellos que le tienen miedo al cambio y brindarles las ayudas ajustadas que necesitan para que puedan ver cambios positivos en sus prácticas de aula.
Un alumno interesado hace que su profesor se esfuerce cada vez más, así como un maestro que logre motivar, genera acciones positivas en sus estudiantes. Es indispensable que los docentes cuenten con las competencias que van a enseñar. Me pregunto cuáles de estas cualidades que son deseables en los formadores, las poseen ellos realmente.
Malaguzzi, promotor de la filosofía de Reggio Emilia invita a pensar en una imagen de niño rico en capacidades y potencialidades, poseedor de muchos recursos y con un extraordinario potencial. Este infante capaz, competente y creativo, necesita de un maestro con estas mismas características. Este se forma trabajando con los niños y otros adultos: construyendo juntos, revisando, investigando, reflexionando sobre el trabajo que se ha hecho y practicando una pedagogía de la escucha y alejándose de una pedagogía pequeña que hace énfasis sólo en la transmisión de conocimiento.
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