Educación, siempre educación
La educación supone la sabiduría de conducir fuera, de manera equilibrada y sin falsas precocidades, las capacidades de los niños y niñas desde el nacimiento. Pero hay que tener en cuenta que la educación se opone, por naturaleza y función, a la asistencialidad. Se asiste o auxilia al pobre, al necesitado. Es a éste al que se ofrece caridad ante una llamada de socorro. Es lo mínimo que se quiere dar para tranquilizar nuestra conciencia. Y es que lo asistencial parte, contrariamente a la concepción educativa, de una imagen de infancia pobre de recursos, que por el hecho de ser menor (y cuanto “más menor” más débil) se puede y debe contentar con poco, con el mínimo.
Lo asistencial nos sitúa delante de una criatura –tabla rasa- repleta de necesidades que hay que satisfacer. La asistencialidad ofrece lo mínimo a quienes en realidad deberían recibir lo máximo: supone un derroche económico y cultural porque desprecia la perfectibilidad educativa del ser humano, y debe ser eliminada desde la raíz.
La asistencialidad ve, inexorablemente, al niño un sujeto sin derechos. Es sólo un ser objeto de atenciones y cuidados, pero vacío de derechos, de riquezas que hacer expresar. La improductiva asistencialidad cierra una rueda sobre sí misma. Todo acaba ahí. No hay más. Es el emblema de la falta de consideración y de respeto contra toda la humanidad.
El peligro de lo asistencial es que es un modelo omnipresente que complace rápidamente a algunas familias y a la sociedad cuando los niños y niñas son pequeños. Permite que los políticos se laven las manos porque estos servicios, en el fondo, son considerados sin relevancia de voto. Detrás de todo esto hay una desconsideración de los derechos de la infancia, que cuanto más pequeña, más destaca su etimología (infans= el que no habla). Como dice Jesús Palacios, «la investigación ha documentado suficientemente que las familias de menor nivel educativo, cuando las necesitan, se conforman con más frecuencia con opciones asistenciales, mientas que las familias con mayor cultura y más ingresos se esfuerzan con opciones educativas».
Y aquí, surge una pregunta: ¿cómo comunicar a las familias –a todas- la importancia educativa –y nunca asistencial- de los centros desde el nacimiento?
Imagen de la colección: OPEN WINDOW
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